Hace tiempo que vengo observando como el perfil del manifestante ha ido poco a poco cambiando, en primera linea de las manifestaciones ya no hay solo profesionales de sindicatos o chavales con extrañas pintas, ahora lo habitual es la gente «normal», parados, jubilados, amas de casa sin casa, inmigrantes, trabajadores precarios y también algún punki…
En el otro lado también han cambiado, no se si por los recortes, el abundante número de manifestaciones o porque cada vez tienen menos gente dispuesta a realizar una tarea tan desagradable, pero es obvio que profesionales «anti-disturbios» también quedan muy pocos si es que alguna vez los hubo.
Es obvio que todo en esto ha tenido mucho que ver la crisis y el 15M como movimiento canalizador del desencanto social además de impulsar la participación política, desde que salió de las plazas a los barrios, extendiendo el germen de la protesta y llevándolo a todos los rincones y causas donde fuera necesario, la protesta ha crecido y se ha extendido, volviéndose plural e impredecible lo que hace que sea más peligrosa.
No se puede tratar igual a los «perroflautas» que a la gente «normal», es lo que no entienden los uniformados de azul, por mucha impunidad que tengan, la soziedad puede tolerar que le abran la cabeza a algunos estudiantes encapuchados pero cuando se lo hacen a tu vecino enfermo del corazón o a tu compañero de trabajo por ir a una manifestación, eso puede tener otras consecuencias.
Si la policía se tiene que esconder o salir corriendo para aplacar la ira creciente de los manifestantes es señal de que algo está cambiando, quizás no queda mucho para que veamos nuevos mercenarios en las calles.